La historia de Kelyn C., una joven de 24 años, dio un giro significativo en el Hospital de Especialidades Carlos Andrade Marín (HCAM), un cálido 16 de octubre de 2024. Después de dos años con una glomerulopatía por C3, enfermedad que impedía a sus riñones filtrar la sangre, el anhelo de una nueva vida se convirtió en realidad gracias a la generosidad y amor incondicional de su hermana mayor, Gina C., de 37 años, quien se ofreció como donante viva para el trasplante renal de su hermana. Fue el primero del año con esta modalidad.
Tras su diagnóstico comenzó a ver la vida de otra forma. Sin desanimarse, inició hemodiálisis el 26 de agosto de 2022 y, siete meses después, en marzo de 2023, empezó con diálisis peritoneal. «Estar conectada a una máquina limitaba mucho mis actividades», comenta, mientras juega con sus manos, dibujando estelas imperceptibles, como soñando despierta.
Sabía que su única forma de continuar viviendo era a través de un trasplante. Entró en la lista de espera el 8 de septiembre de 2022 y un mes después le llamaron para ser trasplantada. Incluso fue internada pero lamentablemente el riñón se dañó. Después de esta experiencia se dio la posibilidad de que las dos hermanas vivieran juntas una nueva experiencia que trasciende lo físico.
Gina, con determinación y amor, se preparó para la cirugía y estuvo lista para regalar a su hermana no solo un riñón, sino una segunda oportunidad. «Cuando supe que mi hermana tenía una opción de tratamiento nunca lo dudé; estaba segura de que le iba a dar mi riñón y, gracias a Dios, logré que esto se diera», expresa mientras fluyen recuerdos llenos de luz.
«Kelyn es más que una hermana, es como una hija para mí. Tenía solo 12 años cuando nació y desde el primer momento en que la tuve en mis brazos, supe que mi vida había cambiado para siempre. La cuidaba con ternura y la llevaba a la escuela con orgullo. Cada uno de esos momentos ha sido un regalo que atesoro en mi corazón. Nos hemos cuidado siempre juntas y nunca nos hemos dejado vencer. Estamos muy conectadas», afirmó.
Después de la cirugía en el HCAM, en la que ambas estuvieron en diferentes quirófanos al mismo tiempo, las dos mujeres, que siempre habían sido inseparables, se encontraron. Gina, aunque con algunas molestias propias de la cirugía, no se apartó de Kelyn, compartiendo anécdotas, risas y momentos de reflexión sobre la vida.
«Cada día es un regalo», dice con una sonrisa que ilumina su rostro. «No solo me ha dado un riñón, me han dado una nueva perspectiva, una nueva oportunidad para vivir plenamente. No me alcanzaría la vida para agradecerle por lo que hizo; ahora ella vive dentro de mí», comenta.
Su espíritu resiliente y su gratitud hacia Gina resuenan en cada palabra. Gina responde al instante: «Más allá del casi nulo dolor que yo pueda tener, no puedo describir la inmensa felicidad que siento en mi corazón al ver a mi hermana completamente diferente y escuchar que se siente viva».
La historia de Kelyn y Gina no es solo un relato de una cirugía exitosa, sino un testimonio del poder del amor y la familia. Ambas hermanas han enfrentado desafíos pero ahora miran hacia el futuro con renovada esperanza y la promesa de muchos momentos juntas.
El camino hacia la recuperación continuará, pero ya están trazando nuevos planes. Con sueños renovados, Kelyn está lista para abrazar la vida, agradecida por el regalo que su hermana le ha otorgado y juntas seguirán escribiendo su historia, una llena de amor, fortaleza y nuevas aventuras. (I)