Son las 23:58 de un día cualquiera. Estefanía Grunauer deja su móvil después de conversar con alguno de sus compañeros para evaluar la situación de Quito a esa hora. Tras un mensaje de calma, camina hacia el cuarto donde descansan sus hijas. También controla el sueño de ellas, su principal motor de vida y refugio donde recarga fuerzas a diario para lidiar con la carga de su labor.
Luego de 5 horas de sueño, nuevamente toma su teléfono. Esta vez la preocupación está en uno de los camales clandestinos que hay que intervenir en una parroquia. La preocupación es alta. No solo porque hagan mal uso de su Licencia Única de Actividades Económicas (LUAE), sino porque de ahí puede salir carne en mal estado que posteriormente causará problemas de salud en los quiteños.
En estos temas existe cero tolerancia. La disposición es clara: con la salud de la gente no se juega.
Su equipo, comprometido al ciento por ciento, se encarga de que ese sea un tema menos del cual debe preocuparse. Al fin y al cabo son más de 36 competencias las que debe atender a diario desde el 15 de mayo de 2019, cuando asumió el reto de ser la Supervisora de la Agencia Metropolitana de Control.
Desde entonces, los retos han sido sumamente altos, en una ciudad en la que se perdió el respeto por el orden público y la cultura de cuidar el mismo quedó en el olvido.
Por eso, una de las primeras tareas asignadas fue la de recuperar La Marín. Cuando se puso en marcha el proyecto, los ojos escépticos pulularon a su alrededor. Propios y extraños creían que el reto era imposible de cumplir. ¿Cómo recuperar un espacio tradicionalmente tomado por los vendedores y la delincuencia? Hacía falta valentía, la misma con la que ha liderado operativos en centros nocturnos, o con la que llegó a San Roque para ordenar las veredas tomadas por el comercio no regularizado. También hacía falta visión, aquella que produjo un cambio estructural en la Agencia Metropolitana de Control y le permitió modernizar su gestión.
Muchos pensaron en una guerra campal. Pero la estrategia era simple: dialogar con la gente y convencerles de que era posible dar orden a este sector. Obviamente, había que tomar acciones fuertes para que la palabra tome sentido. En un trabajo integral con más de 20 secretarías, no solo devolvieron el orden a este lugar, también la armonía y belleza se instalaron con murales orgánicos y macetones que le dieron un rostro que parecía imposible.
Son las 6:30. Es hora de volver a ser mamá. Cualquier hito que se logre en la ciudad es nada comparado con la construcción diaria de su obra máxima: sus dos hijas. A la mayor hay que prepararle para ir al colegio y a la menor dejarle lista para la niñera. Cumplida esa tarea, nuevamente hay que dar cara a la ciudad. Su armadura: una chompa azul con el logo naranja que dice AMC. Con eso, más su determinación, es suficiente para enfrentar los peligros que a diario se encuentra en la calle…(I)